de como cocino y patino sobre hielo (no a la vez, claro)

Bueno, esto va un poco de mis avances en el mundo culinario, y en el patinaje sobre hielo.

Del primero, he de decir, que ciertamente estoy avanzando y notando esos progresos. Si las primeras semanas me limitaba a comer pasta, arroz, pollo, pizza y sandwich, en este último mes he cambiado el "comer por necesidad" por "disfrutar comiendo" y es que me he lanzado a cocinar platos que requieren un poco más de arte. El primero de todos fue la tortilla de patatas. Que por supuesto ya está dominada (aunque hace tiempo que no la como). Luego vino el salmón, pollo asado, hamburguesas (hechas con amor y cariño) y lo último han sido la sopa, las lentejas y las patatas quisadas. Esos platos que tanto repugnan en la infancia y que cuando no los tienes los añoras, que es lo que me ha pasado a mí. Gracias al paquete que me envió mi señora madre, pude cocinar estos exquisitos manjares, y he decir que, salvando las distancias con la cocina de mi madre, no me salieron nada mal. Tenéis que comprender que un plato de patatas o uno de lentejas no son nunca apetitosos y no entran muy bien por la vista, pero aun así les hice una foto para que veais que no salieron de ningún otro color ni nada de eso; ahí va:

Bueno, y ahora pasando al patinaje. La verdad es que tampoco es que haya hecho muchos progresos, pero algo es algo. Y es que el otro día abrieron una pista de patinaje bastante grande al aire libre, como harán dentro de poco con otra que están construyendo en la plaza junto a la estación central. Pues allí fuimos (a la primera que he mencionado). Autobús: 1 €; Entrada: 1 €; alquiler de patines: 4 €. Que cojas por primera vez un stick, "juegues" al hockey y no te caigas: no tiene precio. Bueno, después de esta chorrada sólo deciros, que la pena es que estaba diluviando pero que con todo, me lo pasé muy bien y es posible que me compre unos patines de 2ª mano y vuelva a España haciendo piruetas (sé que nunca caerá esta breva, pero con los sueños no se juega).

Os lo presento: es Henrik, un alemán que siempre está sonriendo